lunes, 10 de agosto de 2015

"Al fin y al cabo, mañana volverá a salir"


Recientemente y tras los hechos que a continuación expongo, he podido alcanzar la conclusión de que albergo en mí una incesante necesidad de perseguir el sol y su momento disuasorio del día, cuando concluye su deleite y su presencia. Y con la ayuda de los múltiples dispositivos tecnológicos que nos acompañan hoy día, casi siempre tengo la oportunidad de captar el momento, con mayor o menor calidad fotográfica, en el que el Rey nos abandona hasta la mañana siguiente. Para muestra, unos botones, mire usted.

Desde siempre que recuerdo mis ojos han sido testigos de tantos y más atardeceres en la playa, muchos en costas gaditanas y otros en diversos puntos de algún litoral. A quien no lo conozca me siento en el deber de recomendar encarecidamente un atardecer gaditano, a ser posible en verano, y como manda la tradición tras haber disfrutado de un completo día junto al mar, claro. En muchos de estos pueblos costeros, el momento de despedir a Lorenzo es mágico, te deja sin habla y casi sin aliento, mientras atinas a enfocar con tus ojos esos últimos trazos dorados que se apagan en el horizonte. 


Indudablemente aún me cuesta encontrar palabras que definan lo que siento esos segundos en que sé que el sol se apaga una tarde más, y tal estado de incertidumbre me lleva de nuevo a dilucidar este sinsentido. Si bien me considero una persona muy positiva, es inevitable pensar que mi atracción por este momento del día más bien atisba un halo de negatividad: el día se acaba, el momento se esfuma, todo termina, ¿y tiene un fin? 

Sin embargo, haciendo eco de esta filosofía que contribuye a mi resurgir del día a día, más bien quiero apuntar bien alto, hacia el mismo Sol que se nos va o hasta la Luna y más allá. Y en la diana elijo entender que el Sol se marcha en son de paz y como parte de un plan elaborado, que permite a nuestro psique dejarlo todo estar, y mañana ya se verá. Porque Roma no se conquistó en un día, por lo que no podemos pretender que todos nuestros logros ocurran en una única jornada, ni que todas nuestras más vívidas vivencias se concentren en tan sólo unas horas como si no hubiera tiempo al desaparecer esa nuestra gran Estrella. Cada día que vivimos es una nueva confesión del astro Rey que nos alienta a ser pacientes, a entender sólo las vivencias de ese día, a disfrutar de los segundos que nos brinda con su luz, y a comprender que llegado el momento de decir adiós no es una despedida eterna, sino un preámbulo de saber que aún queda toda la noche por delante para saborear cada instante disfrutado. 











Al fin y al cabo, mañana volverá a salir. 
Como un capítulo más del libro que leemos,
como el intermedio de una pieza teatral. 
No temas, hay más,
sólo entiende que debemos racionar,
porque al final de cada batalla, 
sólo quedáis tú y tus recuerdos,
y la dulce sensación de recurrir a ellos,
y poder saborearlos una vez más.   

 

Fotos: propias, verano 2015, diversos lugares en el Sur.











domingo, 26 de julio de 2015

"En el fondo fondo"



Dicen que a veces uno tiene que tocar fondo para entender que un cambio es necesario. Pero yo creo que prefiero bajar a explorar las profundidades de cuando en cuando, observar, contemplar, y saber que si el medio se vuelve hostil, hay que regresar a la superficie y respirar. Ciertamente hay que repetir el descenso en ocasiones, para tomar impulso y apuntar más alto, y dejar que lo que nos sobre se quede allí abajo, en el fondo del mar, donde oscurece y no hay más fondo más allá del fondo. No hay hostilidad en reconocer que lo desconocido nos provoca incertidumbre, y nos empuja a movernos con ahínco hacia su medio. Y en ese desajuste entre confort y adrenalina, hemos de encontrar respuesta a tantas preguntas que insistimos en formular. Porque al final del día, cuando el sol se apaga, cuando necesitas subir a la superficie y respirar, entiendes que 'la vida sigue, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido'. Y que el fondo del mar sólo guarda aquello que se fue a la deriva mientras nuestras velas dejamos de izar.


Foto: Snorkeling en Almuñécar, Granada. 

"Back to the past"



Back to the past... Olor de madera y pan, y bizcocho, y yogures, y chuches y bacalao. Niños que van a por 'un mandao', señoras que charlan con el tendero, papas en la báscula y anís del mono en la estantería. Humo de tabaco envuelto en la armónica del afilador de cuchillos. Pucheros en el fuego, canicas en el suelo, jirones de una infancia detrás de esos cristales. Todo vuelve, nada se fue, acaso lo olvidamos, ¿o se hizo desaparecer?


Media docena, por favor. Hoy quiero cocinar mis recuerdos a fuego lento.


Foto: Tienda de ultramarinos en Conil, Cádiz.

jueves, 16 de julio de 2015

"Hilando pensamientos, pensando cómo hilarlos"


¿Alguna vez has creído que las cosas pasan por alguna razón?
¿Has pensado que pasa cuando tomas una decisión y eliges un camino en vez de otro? ¿Cómo saber que lo que uno hace es lo que debería hacer? 
¿Existe realmente una senda determinada en nuestras vidas?
¿O la vamos dibujando a nuestro paso?

No se si soy una persona de principios, o si por mis principios soy una persona. No se si tengo una creencia determinada respecto a las cosas, o si las cosas determinan mis creencias según van ocurriendo. A menudo me pregunto si el universo determina la correcta y precisa posición de ciertos fenómenos y personas que aparecen en mi vida, porque en múltiples ocasiones es inevitable pensar que llegaron en el momento más adecuado. Y otras tantas me pregunto por qué se empeña en mandarme unas señales que tan sólo traen decepción a mis días. A veces me parece pensar que el destino es muy justo conmigo, y otras tantas considero que su definición de justicia más luce por su ausencia que por su veracidad. 

Hay días que soy capaz de dibujar un sol resplandeciente en cada nube que aparece en mi camino, y otros en los que de pronto es invierno en mi verano. Cóctel de emociones, sensaciones, ideas, ¿ilusiones? A veces creo que es posible, que tan sólo requiere un pequeño esfuerzo despojarnos de nuestros disfraces cotidianos y entrever nuestra esencia, y reconocernos, humanos, iguales y distintos, puros y genuinos. Luego recuerdo que somos adultos y ya no se nos permite hacer concesiones, mostrar que somos vulnerables. 

Cerrado por hacerme adulto.
Vuelva usted mañana, quizás entonces le pueda atender el niño que aún vive dentro.

Foto: Camboya, 2014

lunes, 23 de marzo de 2015

"Señorita, ¿qué le pongo?"

"Un cóctel de relax de la botella de amigas de toda la vida, con un toque de buena música y aderezado con rica comida, buen vino, y unas vistas exquisitas. Ah, y en vaso ancho por favor, donde quepa toda mi satisfacción"

No hace falta mucho más para disfrutar de un buen fin de semana, y así lo hicimos. Con esos amigos de toda la vida que cuentas con los dedos de una mano y casi te sobran dedos. A mí realmente me hacen falta usar los de la otra mano, pero por poco, la verdad. Fue un finde escalonado, porque según avanzaba, se iban añadiendo amigos, lo cual suponía una nota de color en nuestra melodía. 

Comenzamos un viernes por la tarde con un coche repleto de ganas e ilusión, y también de muchas bolsas, que más que un finde parecía que nos íbamos a guarecer de un huracán. Pero cuando viajas con amigas y un bebé, hacen falta muchas cosas. Este dato es importante, ya que era nuestra primera escapada con nuestra adorada Lola, la peque de "la familia". ¡Puro amor! Y de camino, el sol nos acompañó...



A eso de las 21.00 de la noche y bajo un manto de estrellas que no acostumbramos a ver tan claramente desde la ciudad, llegamos a ese pequeño pueblo en la sierra, dónde el único sonido que se oía era el de nuestro coche aparcando. Descargamos las mil y una bolsas, e iniciamos nuestro estupendo fin de semana en una de esas casas rurales que nada más entrar te hacen sentir dueño de ella, como si llevaras toda una vida viviendo ahí. ¿Alguna vez os ha pasado? Yo soy de las que piensan que las casa tienen su energía, que te atrapan o te sugieren no entrar. Y en esta ocasión sin duda nos atrapó. 

Descargar el coche, subir maletas, bajar al coche, subir la cuesta, más bolsas, me paro a mirar las estrellas, la niña llora, tiene hambre ya, claro, y quién no si son más de las nueve, más bolsas, más cuesta, que nos cuesta, una más, monta la cuna, este palo dónde va, mira a la niña, no se vaya a caer, enciende el calefactor, ¿encendemos chimenea?, no hace tanto frío, cuna montada, hoy no baño a la niña, le doy el bibi, hacemos la cuna, que no la cama, niña a dormir, comida almacenada, preparamos la cena, jamoncito, queso rico, verduras a la plancha, ¿todo esto?, luego se queda en nada, patatitas, paté, vino rico de Constantina, música de fondo, nos sentamos y...¡brindis por nosotras y por este súper weekend de relax! Que sí que sí, que aunque no lo parezca, todo lo demás fue pura relajación. 

Sábado con despertar de nuestra pequeña Lola, ¿o quizás debo decir de nuestro pequeño gran oso blanco? 
Desayuno rico rico, paseito por el campo, carro incluído, a pesar de que los lugareños no lo vean muy claro, pero allá que vamos, y por el camino, vistas así...

A mediodía una más se une al grupo, y desgustamos una magnífica carne de la zona, con gurumelos, unas setas típicas del lugar. Exquisito todo, al solito rico, felices. Tarde de copitas en la casa, dulces de por medio, más sol, más música, más relax, felicidad. 

Y así transcurre el fin de semana, con más de lo mismo que es muy especial y es simplemente lo que necesitamos para desconectar de la rutina, para disfrutar de esos pequeños momentos tan preciados, recargar las pilas y a seguir con nuestro día a día. 

Pero si además de disfrutar de una estupenda barbacoa el domingo con más visitas, más rica comida, buena música y mejor compañía, una incluso se beneficia de unas clasecitas de fotografía donde he descubierto "el modo manual" de mi cámara, sin duda el finde no puede acabar mejor. ¡Gracias My! ¿El resultado? Juzguen ustedes...





jueves, 12 de marzo de 2015

"Qué te gusta, qué te gusta!"

¿Os han dicho alguna vez esa frase? 


"Qué te gusta, qué te gusta..."
O... "mira qué eres ¿eh?"  

La verdad es que me encantan ese tipo de locuciones y expresiones "de la calle" que por alguna razón se propagan a la velocidad de la luz y mucha gente las acaba usando como parte de su vocabulario diario. Quizás hasta se encuentren en el diccionario de la Real academia de la Lengua Española, la verdad es que no me extraña. Os dejo que hagáis la búsqueda...

Ayer un alumno me repetía esa frase en clase, como tantas otras veces (Antes de seguir, recuerdo que soy profe de inglés, y actualmente sólo doy clases a adultos). La razón por la que lo decía es porque, como es habitual en mí, me gusta la guasa y eso del sarcasmo y la ironía, y sin intención de ofender a nadie, me gusta hacer lo que decimos por aquí "dar un poco de caña". Y ahí tenemos otra de esas expresiones tan peculiares. En mis clases soy "muy yo", ya me lo decía mi amiga Myriam la primera vez que me tuvo como profe, y que parece ser lo que más le sorprendió, que yo era en mi papel de profe tal cual soy en la vida real. Esto lógicamente es un halago, puesto por muy Géminis que soy, al menos parece que sólo tengo una cara...¿o no? 

El caso es que en mis clases tengo que provocar la conversación y no siempre es fácil, ya que los alumnos están cansados después de una larga jornada de trabajo y/o estudio, o no saben cómo expresarse en inglés, o ese día están más faltos de ideas. Así que una tiene que ingeniárselas para utilizar cualquier recurso que ayude a comenzar un diálogo y discusión entre los alumnos. Y ahí es donde entra en juego mi particular sarcasmo, ironía, y "dar caña". 

Siempre me ha gustado pensar y repensar sobre las cosas, creo que de eso ya hablaba en mi post de "Chichones y manos de trapo". Y cuando hay una discusión en clase, me gusta hacer que la gente piense y repiense conmigo, es decir, plantear dudas razonables, cuestionarlas, debatirlas, generar opiniones o contribuir a modificarlas, etc. En definitiva, me gusta el debate, y por lo general incido mucho en cultivar el pensamiento crítico en mis alumnos. Creo que desde antes de ser profe ya lo hago, y en mi vida profesional sobre todo, tanto cuando enseñaba a niños como ahora que llevo un par de años con adultos. 

Tengo la impresión de que este valor lo debo de llevar en la sangre, ya que hay muchos abogados en mi familia, empezando por mi abuelo que descansa en alguna estrella por ahí arriba, y ya sabemos que los abogados son los reyes del cuestionar las cosas. Por otro lado, y partiendo de la base de que la vida es mucho más divertida con un toque de humor, mis intenciones por generar un debate en clase por supuesto suelen ir acompañados de una pizca de ingenio, porque está demostrado que las experiencias que resultan agradables y significativas son más fáciles de retener en la mente, mientras que contenidos más aburridos o carentes de motivación tienden a ser fácilmente olvidados. Y esto también viene de familia, que nos caracterizamos por esa "guasa" particular.

En mi clase de ayer tarde nos reímos mucho, la verdad. Me gusta reírme, y me encanta que la gente se ría. Disfruto mucho con mi trabajo y siempre intento pasarlo bien en mis clases, porque no sólo es importante que mis alumnos aprendan lo que viene en los libros, sino que es esencial restarle importancia a las cosas para que sean más llevaderas, y el inglés "suele traer de cabeza a mucha gente". Tercera expresión inconfundible en mi post de hoy... 

Ayer estuvimos hablando de la prisa, de la espera, de lo impacientes que somos y de lo que nos cuesta esperar en nuestra vida estresante de correr para aquí y para allá todo el rato. Conversamos sobre los tiempos de espera en el tráfico, cuando conduces y hay mucho tráfico, o cuando eres peatón y tienes que esperar a que el semáforo cambie para cruzar. Qué impacientes somos, que no podemos esperar unos...20 segundos (?) a que cambie a verde. Claro, porque 20 segundos son toda una vida...

Así pues, una vez planteado el tema, estuvimos debatiendo sobre posibles medidas que pueden contribuir a enseñar a la gente a esperar, con calma, con desasosiego, pero sobre todo con alegría y diversión. ¡Porque la vida es muy aburrida si no le damos un toque de humor! 

Dicho esto, proyecté un vídeo en clase sobre una posible opción para reducir el índice de accidentes por causas de imprudencia tanto en peatón como en conductor. Plantea muchas dudas razonables que si os apetece os invito a compartir conmigo aquí en mi blog.

Y con ese vídeo os dejo. El resultado es increíble... 


miércoles, 4 de marzo de 2015

Mi máquina del tiempo

¿Eres de esas personas que lo guardan todo y coleccionan recuerdos? 

¿Cuándo fue la última vez que echaste un vistazo a esos tesoros de tu infancia y adolescencia? 

¿Y para qué sirven esos recuerdos?

Yo he tenido la suerte de viajar en mi máquina del tiempo hace tan sólo unos días, para avivar montones de experiencias que estaban por ahí perdidas, en el ciberespacio de mi cabecita. Cuando era niña y cada cierto tiempo, mi madre nos hacía revisar todas nuestras pertenencias y deshacernos de aquellas que no servían o eran ya viejitas. Y eso es precisamente lo que he hecho esta semana, por orden de la mamma, claro. No es que yo atesore tanto en su casa, pero quizás era momento de hacer otro de esos viajes al pasado. 

Así que hace unos días, mi máquina me ha llevado a diversos momentos ya olvidados, y al abrir un par de bolsas y alguna que otra caja, puedo encontrar mil pedazos de una adolescencia encallada en el tiempo. Una lata llena de monedas antiguas de diversos países europeos, otra con la colección de relojes de mi juventud, fotos de mi año en Irlanda, tarjetas de cumpleaños, cartas de amor, una vela, y otra, el proyecto Hércules de mi paso por los Scouts, más fotos, y otros tantos objetos que nunca sirvieron para nada, pero que siempre estuvieron ahí, a mi lado, y fueron testigos de tantas risas, llantos, besos, sueños o fantasías. Aún parece que los estoy ordenando mientras limpio el polvo de la estantería de mi habitación de entonces.

Sigo buscando y atisbo diversos cuadernos repletos de historias...una poesía por aquí, una dedicatoria por allá, la transcripción de un mensaje de amor de un chico que me gustaba, una postal de mi amigo que estaba de vacaciones, las aventuras de un viaje a Turquía...
De repente, empiezo a revivir en mi mente tantos momentos y tantas aventuras vividas que parecen tan reales, como si apenas hubieran ocurrido, y comienzo a leer un cuaderno, con la impaciencia con la que un niño descubre un juguete, con la ilusión con que una novia llega al altar el día de su boda. 

Es curioso cómo se forman los recuerdos condicionados según nuestros atributos personales en el momento de encerrarlos en la mente. Descubro por ejemplo una reflexión que escribí entonces con un vocabulario que no recordaba haber siquiera aprendido. Y sonrío. Luego releo esos mensajes de amigos que he conocido en un viaje, y aún sabiendo que en su día casi los memoricé, reconozco una sensación diferente en mí al leerlos en esta ocasión, descubriendo un placer distinto en mi interior. Sigo sonriendo. Y más aún cuando algunos de esos mensajes están en inglés, y pertenecen a un tiempo en el que apenas entendía el idioma. De hecho, al leerlos ahora (para el que no lo sepa, hoy día soy profe de inglés) instantáneamente cobran un significado diferente, ya que obviamente los entiendo mucho mejor que antaño, y de nuevo vuelvo a sonreír. 

Sin darme cuenta no sólo estoy haciendo un viaje al pasado, sino que además realizo una introspección reconociendo ciertos logros y madurez en mi persona en los que ni siquiera había reparado hasta ese momento. Para entonces es hora de irse y aún estoy con la primera bolsa. Así que agarro unas fotos, un par de cajas pequeñas, y el cuaderno de los mensajes foráneos, y me los llevo para continuar mi viaje más tarde. Por supuesto nada más terminar el día y llegar a casa, no hago otra cosa que tumbarme en la cama cual adolescente enamorada, y continuar leyendo el cuaderno como si contuviera el secreto de la felicidad eterna. El resto de mi lectura no hace sino traer a mi mente más fotografías de una juventud temprana deliciosa, que me hace reconocer la importancia de reencontrarse con los duendes del pasado, para hacer examen de conciencia sobre tu presente.


Y quien sabe qué sentimientos albergaré cuando eche un vistazo a la caja de cintas de casette y cd's... 


domingo, 1 de marzo de 2015

Mi infancia son recuerdos...de un desayuno!

Y es que en mi infancia, a diferencia de la de Machado, no hubo patio  de Sevilla, ni huerto claro, ni limonero, pero sí que hubo muchas comidas familiares, de esas en las que nos sentábamos los cinco miembros de la familia a la mesa y compartíamos un momento que hoy difícilmente se repite en cualquier casa. Por supuesto en múltiples ocasiones era un momento estresante cuanto menos, cuando sientas a tres niños muy activos de edades parecidas a la mesa no esperes que todo transcurra de manera pacífica, claro. Pero yo recuerdo esas comidas como un momento de crecimiento familiar, en el que la charla entre todos era el ingrediente fundamental. Bueno, y todo condimentado con algún grito y un par de regañinas, quizás.

Mi favorita, sin duda, era el desayuno. Siempre recuerdo a mis padres dándole mucha importancia a las comidas en general, y al desayuno en particular. Nos enseñaron que el desayuno era fundamental, "la comida más importante del día", casi un rito, diría yo. Y como tal, así se preparaba, con mucho amor, y así se disfrutaba, con calma, y sobre todo con tiempo. Es curioso como pasas un cuarto de tu vida realizando el mismo ritual cada mañana, sin necesidad de mirar el reloj, tomándote tu tiempo para preparar y disfrutar de algo que no es sino necesario y beneficioso, y sin embargo un día en tu estresante y acelerada vida de adulto te paras y te das cuenta de que tu ritual matutino, que con tanto tesón ensayaste cada mañana de tu infancia, se ha debido de quedar extraviado en el camino. 

Nuestra cocina tenía una amplia mesa de madera con 6 sillas alrededor. Allí acudíamos cada mañana al despertar (tras lavado de cara de rigor) donde todo estaba preparado para iniciar el ritual. La noche anterior, mi padre dejaba colocado el mantel, los cubiertos, los vasos y platos, y las servilletas. Si era invierno, también sacaba la mantequilla de la nevera para que a la mañana siguiente estuviera lista para untarla en las tostadas. Esa técnica me encantaba, la verdad. Cuando llegábamos, mi madre nos hacía un zumo de naranja a cada uno, tras el cual era de obligado cumplimiento una cucharadita de miel de esa bien apelmazada que costaba trabajo rebañar del bote. Esta técnica también me encantaba. Mis padres aseguraban que el zumo de naranja y la miel por la mañana eran imprescindibles para reforzar nuestras defensas. Y nosotros, por supuesto, obedecíamos y creíamos a pies juntillas esta creencia popular que, años más tarde, he podido comprobar que es más o menos cierta... Luego poníamos pan a tostar, preparábamos un cola-cao con "muchas pompitas", y untábamos fácilmente la mantequilla en el pan tostado (si se había sacado de la nevera la noche antes, claro) Mermelada de naranja para mí y de fresa para mis hermanos. Y el ritual se repetía cada mañana, con la excepción de los fines de semana, en los que mis padres se sentaban a la mesa con nosotros, y a veces en vez de pan, comíamos churros recién hechos que mi padre traía del mercado, o picatostes con azúcar y canela que bien mi padre o mi madre hacían con pan sobrante del día anterior.

Nunca tuve la sensación de tener que ir corriendo, de ir con prisas, o de no tener tiempo para prepararnos después. Y sin embargo, de lunes a viernes, todos teníamos una obligación; quiero decir, tras el desayuno, todos teníamos que ir al cole, o a trabajar. Recuerdo que desayunábamos tranquilamente, siempre en pijama para evitar manchas una vez vestidos, y luego, con calma, nos arreglábamos, nos aseábamos, y paseando, nos íbamos al cole. Y al día siguiente, nuestro magnífico y delicioso ritual comenzaba una vez más.

Hoy día mi comida favorita sigue siendo el desayuno. No hay mesa de madera con 6 sillas, ni manteles, ni platos y vasos, ni mantequilla sacada de la nevera la noche antes para que esté lista para untar. No hay cola-cao con pompitas ni mermelada, sino café con leche y pan con jamón de york o pavo. No hay jaleo familiar con regañinas, ni hay churros los domingos, pero hay zumo de naranja y hay miel, y estos días, es esa que viene apelmazada y cuesta trabajo rebañar del bote (Gracias papi, gran regalo). No hay calma y tranquilidad porque generalmente una va corriendo y con prisas por el mundo, pero de un tiempo a esta parte al menos tengo la intención de cambiarlo. Porque es fundamental empezar el día con energía, sin estrés, disfrutando de un momento de preparación para que el resto de la jornada sea más provechosa.

Así que esta noche no voy a sacar la mantequilla de la nevera, pero sí que voy a acostarme con la intención de adelantar mi alarma de lunes unos minutos, y así poder disfrutar como antaño de ese momento mágico que mis padres nos inculcaron. Gracias papá y mamá, por entregarnos tan bello regalo, por enseñarnos la importancia de esas pequeñas cosas que hacen que la jornada sea más llevadera y fructífera. Gracias por tan buenos recuerdos de mi infancia, de esas comidas familiares, y de esos desayunos tan reconfortantes. 

Si tuviera que poner música a esos momentos del pasado, algo así sonaría en la cocina...



miércoles, 25 de febrero de 2015

"Default mode of polite society"

"-I know you, Watson. I know you'll never be happy within the confines of a "traditional relationship", and I said what I said because it pains me to see how you try to fit in one simply because it's the default mode of polite society.

-There's no reason to feel pain because I'm happy with Andrew.

-Or, will you be happier without him? Or, alternatively with him as an occasional sex partner and confident? Or with him when he's in this space and free to pursuit other interests when he is not? There's any number of possible arrangements. All you need to do is find one who is true to your nature."
Fragmento de "Elementary". S03E07.







"...somos los únicos miembros de una sociedad secreta..."



martes, 24 de febrero de 2015

¿Ver, mirar o contemplar?

"Ver, es solo eso, ver. Sin más. Se puede ver y no sentir nada. Se puede ver y sentir alguna alteración, básicamente instintiva. Placer o dolor. Agradable o desagradable. En el ver solo hay impacto o indiferencia. El ver puede ser inerte, sin apenas vida. Muchas personas, en pleno siglo XXI, aún siguen viviendo en la etapa más primigenia de su existencia. Dicho de otro modo, se limitan a ver cómo la vida pasa ante sus ojos".
(...)
"En el mirar existe sin duda intención. Hemos decidido qué ver. Y lo hacemos cuando queremos conocer o cuando pretendemos llegar al fondo del otro y al trasfondo de la cuestión. Necesitamos mirar para certificar, para curiosear, para descubrir, para encontrar en lo mirado nuestro deseo o para desvelar verdades: ¡Dímelo a la cara! ¡Mírame cuando te hablo! Exigimos la mirada para captar en ella el reflejo del alma. Hay quien expresa su temor a ser mirado y también quien afirma que puede mirar a los ojos de todo el mundo porque no tiene nada que ocultar".
(...)
"Raimon Panikkar decía que todo lo que somos capaces de conocer no es el conocimiento último. No es suficiente con ver, e incluso con mirar concienzudamente para conocer. Hay una aprehensión de la realidad que pertenece solo al rango de la contemplación. Es la verdad intuida, revelada, descubierta a través de los ojos que miran hacia dentro".


Extractos de reportaje de Xavier Guix sobre Antonio Damasio, investigador en neurociencia, neurología y psicología.





A veces tienes que salir de tu escondite para redescubrir tu ciudad, esa que lleva años viéndote crecer, esa que tú creías conocer porque tantas, tantas veces la has visto. Pero hacía tiempo que no te parabas a mirarla, a contemplarla... Yo lo he hecho, y este es el resultado:




En la edición de este post, me acompañaba ella...




Buenas noches, mi querida Sevilla...



Fotos by Rocío Díaz.- 02/2015 #sinfiltros

lunes, 23 de febrero de 2015

Los amantes de Bilbao

Viernes, 13.00 horas, reunión de trabajo. Brrrr, brrrrr, mensaje al móvil, de alguien desconocido, con un nombre impronunciable que ni siquiera termino de entender. 


"Hola amante! Somos los dos mocitos de Bilbao que vamos a conquistar tu corazón"

Suelto el móvil, cara de asombro, "se habrán confundido", dejo que mi mente regrese a la reunión. Minutos más tarde recibo un segundo mensaje del misterioso personaje de nombre impronunciable, y entonces entiendo: son dos amigos de una amiga vasca que como me comentaba a principios de semana, venían a la ciudad de fin de semana y les dejó mi teléfono para conocernos. (El capítulo de mi amiga vasca y cómo nos conocimos bien merece uno o varios posts aparte, que ya vendrán). Así que tres mensajes más tarde, una llamada entrecortada de teléfono, y las ganas de conocer a mis amantes, al final no quedamos esa noche, por lo que hago otros planes y me voy al cine. (El capítulo del cine también merece otro post, añadido a la lista de "to do things")

El sábado, tras una comida con otros amigos y un par de cervezas, me dispongo a regresar a casa cuando los amantes me vuelven a escribir, esta vez para citarnos y por fin conocernos. Ellos se alojan en el centro histórico, y yo ando por ahí cerca. Cuando les digo esto, me preguntan "¿dónde está el centro?". 
(Imaginaros el emoticono que uso para responder a eso vía mensaje de texto)
¡Así que finalmente nos conocemos! Qué nervios, dos amantes vascos sólo para mí...
Ahora viene la parte en que parece que cuento un chiste o que hablo de la película que tan famosas ha hecho a ambas tierras, andaluza y vasca. "Van dos vascos y una sevillana por la calle..." Nos presentamos, y tanto ellos como yo parecemos extranjeros en nuestras tierras: Ellos, Aitor e Iker, de Bilbao. Yo, Rocío, de Sevilla. Estupendo. Y entonces llega ese mágico momento, entre saludos, disculpas y presentaciones, en que me dicen: "¡te hemos traído un regalo!"  (...)

(Ahora también estáis pensando en el mismo emoticono que yo, ¿cierto?) 

Hace tiempo que no recibo un regalo sin motivo alguno. Quiero decir, cuando es mi cumpleaños, por navidad, etc., estamos acostumbrados a recibir y dar regalos. Pero eso de que dos mocitos de Bilbao, que ni siquiera saben si me van a llegar a conocer, aparezcan con un regalo envuelto 800 km atrás, ciertamente me deja sin respiración. No lo abro en el momento porque me dicen que son chocolates. Pero un paseo y unas risas más tarde, tomando un café y lo más parecido a unos kalimochos, decido abrir mis chocolates que vienen muy al caso. Y encuentro esto...

Vuelta a los emoticonos. 
Se llaman "bilbainitos" (emoticono x 5), y aparte de ser inmensamente graciosos, están hechos de sólo de chocolate haciéndolos deliciosamente exquisitos. ¡A ver cuánto dura la caja...!
¿Qué más necesita una mujer si no son dos amantes que han viajado 800 km para conocerla y traerle una caja de bilbainitos (emoticono x 6) de chocolate?!!!

Bromas aparte, esa tarde/noche lo pasamos muy bien, nos reímos, charlamos, tomamos algo, y en definitiva disfrutamos de un buen rato, la verdad. Al despedirnos, cruzamos abrazos como si hiciera años que nos conocemos, y esto me conmueve aún más. 
Una de las cosas que más disfruto en esta vida es viajar y conocer lugares y gentes. Y cuando es la montaña la que viene a Mahoma, igualmente disfruto la gente que me trae para conocer. Me encanta descubrir la visión de cada individuo que se cruza en mi camino.

Quiero pensar que las casualidades existen, que las cosas pasan por alguna razón. Porque mi amiga vasca la que merece un post aparte, y yo, no hemos hablado durante casi año y medio, hasta que por casualidad hace tres semanas me mandó un mensaje y retomamos un poco el contacto. Por casualidad, días más tarde me dice que sus amigos vienen a Sevilla. Por casualidad quedamos. Por casualidad tengo parte de un fin de semana un poco diferente en el que conozco a gente simpática y divertida, gente sana, y con inquietudes similares a las mías. Será que no soy tan diferente...por casualidad.
Pena que el domingo me encuentro un poco enferma y no podemos volver a quedar. Intentamos despedirnos hoy lunes por la mañana con desayuno sevillano de por medio, pero sigo un poco enferma y tengo que cancelarlo, les deseo buen viaje y con suerte nos volvamos a encontrar pronto. Adoro la respuesta de uno de ellos vía mensaje de texto:

"Te keremos, alikata!!! Un montón de besos y pórtate mal! Tenemos toda la vida pa disfrutar, así que tranki. (emoticonos de besos)"

Nótese el carácter vasco del mensaje, lleno de caracteres "k" que sustituyen a caracteres "qu". Pero sobre todo, nótese la riqueza personal que desprende. Personas que acabo de conocer, aunque vengan de parte de alguien en común, abandonan sus convencionalismos y se despojan de tabús sociales para demostrar un interés sano y un cariño por alguien que apenas acaban de conocer. La sensación que el mensaje provoca no es otra sino confort y satisfacción. Así que empiezo la semana enriquecida, porque este fin de semana he viajado para encontrarme con mis amantes de Bilbao, y ha resultado ser una experiencia bilbainita bien dulce. Como muestra, recordatorio fotográfico del momento...
Agur!

Os dejo con una canción que justo estoy escuchando mientras escribo, y viene como anillo al dedo para ser guinda del pastel de hoy:









domingo, 22 de febrero de 2015

Chichones y manos de trapo

Siempre he creído tener una forma muy particular de entender la vida que es quizás la que me ha traído aquí, la que siempre me ha hecho sentirme diferente de la mayoría, distinta de "lo normal". De niña fui siempre muy tranquila y me pasaba horas literalmente "en mi mundo", hasta el punto de ir caminando por la calle y chocarme con farolas o señales de tráfico, mientras se oía la voz de fondo de mis padres diciendo "Rocío, hija, ¿otra vez?". Sí, quizás era un poco torpe, lo reconozco, aunque mi teoría es que en realidad necesitaba gafas y hasta que las tuve no podía calcular bien la distancia real entre mi frente y el poste, así que al final ambos decidían establecer una relación íntima entre ellos al tiempo que me provocaban un agudo dolorcito y consecuente llanto.


Mi familia siempre decía que "tenía pies y manos de trapo", y por esta razón me chocaba con farolas o se me caían las cosas de las manos. Durante mucho tiempo me lo creí, pero con los años he desarrollado una visión diferente: no me interesaba aferrarme a nada y por eso todo se me caía de las manos, porque mientras el mundo se empeñaba en darme una etiqueta, yo quería observar a mi alrededor y disfrutar de todo cuanto descubría. Hablaba poco, opinaba menos, y era extremadamente sensible, pero en mi interior yo era fuerte y tenía mucho que decir. Tardé años en lanzarme y expresar, y hasta que eso ocurrió, me dediqué a ser lo que era, a cumplir con mis obligaciones como hija, como hermana, como estudiante... Aunque no era capaz de decir "esta boca es mía", en mi mundo interior me forjaba una opinión, un pensamiento, una idea, o una conclusión. Así que en esa independencia de mi interior que analizaba mi día a día de un modo muy secreto, me fui haciendo mayor. Hasta que por fin llegó el día en el que abrí la puerta de mi alacena y decidí vencer ese mutismo que me caracterizaba. Empecé a hablar, y vaya si hablé...

Este blog no es más que parte del proceso de expresión de mi interior, porque siempre ocurre algo que me hace parar y pensar en ello con detenimiento, sin dejar que pase al olvido como un momento más de nuestras vidas. A veces me faltan incluso palabras para poder describir lo que esa sensación me provoca, a veces me cuesta compartirlo con alguien porque temo a pecar por exceso de análisis y volver a sentirme diferente. En cualquier caso no tengo ni idea de lo que voy a escribir aquí exactamente, porque igual hablo de una de las miles de historias de mis viajes que tanto adoro hacer, o de un libro, una canción, una película, un cuadro, un amigo, alguien que he conocido, o la farola con la que me he tropezado en el camino. Me gusta analizar las cosas y filosofar sobre la vida, y creo que eso es lo que pretendo a través de lo que escribo, que por otro lado siempre he querido hacer, ya que  antes de la era de internet ya plasmaba mis ideas y pensamientos en diarios y cuadernos.


Así que alcen sus copas porque hoy quiero hacer un brindis por los chichones, que me enseñaron a  volver a levantarme para seguir contemplando el mundo recabando información que desde hoy quiero plasmar en este blog. A ver si no se me cae la copa de las manos...Chin Chin! 



Os dejo con una canción que habla un poco del proceso de cambio que he experimentado en mi vida y del que hablaba más arriba:


Foto: http://www.luxelivingforum.com/how-to-treat-minor-kid-injuries/